Comunicación y periodismo, o como la gallina se comió al huevo

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La pasión ha sido –y sigue siendo- una característica que ha permitido sin duda enaltecer al ser humano y llevarlo a conseguir los más grandes logros. Sin el acicate de la pasión no existiría el arte, Beethoven habría compuesto para organillo y Einstein como mucho habría encontrado una explicación plausible a la electricidad estática de su poco disciplinado pelo…

Como término, se aplica también al elevado interés o admiración por una propuesta, causa o actividad. Se dice que a una persona le apasiona algo cuando establece una fuerte afinidad o inclinación hacia una persona, objeto o situación. Pero obviamente, como cualquier otra emoción humana, la pasión tiene también su lado oscuro, pudiendo incluso llegar a “nublar la razón”

Nosotros nos quedaremos a medio camino; un lugar cómodo para los que no quieren comprometerse demasiado y, sin embargo, gustan de plantear supuestos que promuevan la discusión (lo que viene llamándose tocar las…)

Sirva en cualquier caso este momento de psicología emocional, tan fuera de contexto, para entender mejor, o quizá disculpar, el numantino prurito profesional que aflora en “algunos” cuando las marcas o sus productos traspasan el ámbito de lo estrictamente publicitario para promover, amparar o, simplemente,  protagonizar un hecho noticiable.

Como periodistas hemos sido testigos de la enconada defensa que desde las redacciones se ejercía contra el “afán expansionista” de los departamentos de publicidad de los medios. Como “mercenarios” vendidos al servicio del marketing hemos sufrido en nuestras carnes el recelo de “la prensa” ante la simple mención de algo que huele a “marca”. Pero en los últimos tiempos hemos visto como se levantan muros ante ataques inexistentes; si bien es cierto que se ha dado fundamentalmente entre los teóricos.

¿Un anuncio es información? Sí. Vale, entonces… ¿la publicidad es periodismo? Es evidente que no; son ámbitos completamente distintos que suelen convivir en un mismo entorno, pero cuya frontera debe estar claramente definida y nunca ser traspasada. ¿Por tanto, una marca no puede ser noticia? Pues claro que sí, quién puede negarlo. Vivimos en una sociedad donde tanto las empresas como sus productos o servicios constituyen una fuente inagotable de información que, en algunos casos, puede ser suficientemente relevante como para convertirse o ser partícipe de un hecho noticiable.

Comunicación y periodismo, son dos conceptos tan estrechamente emparentados que bien podrían servir para poner en solfa el manido dilema de la gallina que a tantas horas de filósofos ha justificado. No obstante, a veces en algunas discusiones en los que aflora la dignidad periodística tienden a confundirse ambos términos, momentos en los que los defensores de la “objetividad” muestran sus uñas ante cualquier cosa que huela a marca (como si un partido político, un club de fútbol o un banco no lo fuera).

Nosotros siempre hemos defendido cuando iniciamos una estrategia de comunicación de producto que el artífice de la noticia es siempre el periodista. Él es el que tiene que considerar si lo que le contamos es noticia o puede resultar de interés para sus lectores, y sobre él recae la responsabilidad de elaborarla. De hecho, siempre contamos a nuestros clientes que a partir de ese momento perdemos totalmente el control sobre la pieza final. Es el profesional quien la ejecuta en base a las necesidades u orientación de su medio.

Somos periodistas que nos dedicamos a la comunicación. Intentamos de manera honesta dar a conocer los atractivos de las marcas o sus productos de una forma diferente, más como contenidos atractivos que puedan enmarcarse dentro de una información de interés para un número elevado de personas. Nosotros proponemos y luego son los medios los que deciden si la actualidad los demanda. Y lo que se publique, en todo caso, será información; nunca publicidad.

3 comentarios en “Comunicación y periodismo, o como la gallina se comió al huevo

  1. Gregorio Rivas

    Tal vez la sopa la veamos de forma distinta. Aunque poco importa que se trate de un sabroso caldo acompañado de fideos o de nutritivos fideos bañados en caldo; lo relevante es que es una perfecta y equilibrada introducción al segundo plato. Aunque no siempre.
    Para mí, lo que arranca y acompaña a cualquier hecho son la comunicación en sí y la intencionalidad que la rige, y cuando viene de una marca (o empresa, institución o sujeto público) difícil es creer que el carácter de esa comunicación sea puramente informativo; más bien intentará persuadir de la adopción de determinadas posiciones hacia el caso que trata. La publicidad no es información, solo, aunque también informa; el periodismo no es persuasión, solo, aunque también persuade. Lo sí que está mal es falsear papeles para evitar filtros primarios, declarándose enamorados de una ética que no se practica. La gallina que come huevos suele ser mandada a la cazuela, y aunque se disfrace de faisán acaba siendo descubierta.
    Ayer se celebró en la UCM la quinta edición del encuentro “Gabinetes frente a Periodistas”. Hablamos de comunicadores en la sopa de la comunicación, siempre engarzados con el periodismo. Periodismo… ¿real? Con frecuencia no, si lo que se intenta es difundir contenidos que están apartados de lo noticiable ya que intentan aprovechar oportunidades o remendar problemas ante los varios públicos que se relacionan con las marcas. Porque si solo hablamos de transmitir los atractivos de la marca (o empresa, institución o sujeto público) por encima de sus resbalones, entonces estamos ante publicidad por mucho que su envoltura de códigos intente cambiar su apariencia. Porque aunque haya muchos tipos de publicidad, su finalidad es siempre la misma: conformar imágenes y personalidades de marca para conseguir actitudes específicas frente a ella. Eso sí, teniendo en cuenta que si bien no ha de ser confundida con el periodismo real, tampoco con la promoción de ventas.

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    1. Fernando Águila-Collantes

      Muchas gracias Gregorio por tu comentario. Siempre es agradable ver reflejadas opiniones contrapuestas que contribuyen a enriquecer el conocimiento.
      Es evidente que la sopa que comemos tiene un aspecto diferente, fundamentalmente porque partimos de premisas distintas: la publicidad es información, ya sea en forma de anuncio o de tarjeta de vista. Este es un hecho poco discutido, aunque supongo que como todo en esta vida, discutible.
      Falsear siempre está mal; lo haga quien lo haga, aunque lamentablemente es algo bastante habitual en todos los sectores. En lo que a nuestro ámbito se refiere creemos que es algo innecesario, además, como bien dices, tiene un recorrido corto.
      En cuanto a la intencionalidad, no puedo quitarte ni un ápice de razón. Es cierto, en todo lo que hacemos o decimos hay un objetivo; en nuestro caso creo que es evidente.
      Por lo demás, insisto en que el periodista es el que decide si algo relacionado con una marca puede ser noticiable. Pero que las marcas, los productos, las empresas, sus contenidos o los valores que representan pueden ser objeto de una noticia, es algo sobre lo que no tengo ninguna duda (resbalones incluidos).

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  2. Fernando Ballester

    El penúltimo párrafo es justo la esencia que se ha perdido. El periodista es cada vez menos artífice de las noticias por dos motivos:

    – La crisis del modelo de negocio publicitario obliga a colar con mayor asiduidad contenidos patrocinados.

    – Las redacciones se vacían de profesionales y los que restan hacen de ‘hombres y mujeres orquesta’ que deben publicar cuantas más noticias mejor, porque ¡son visitas, oye! Así, la nota de prensa mundana se convierte en contenido ‘publicable’.

    Y ahora hablo de mi libro. Precisamente para que el periodista siga siendo el artífice puse en marcha http://www.reportaro.es, servicio gratuito para periodistas y otros creadores de contenido (bloggers) con el que pueden solicitar fuentes para sus artículos. Seamos nosotros, los periodistas, quienes decidamos qué es noticia y apoyémonos en el expertise de las empresas para dar valor al contenido.

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