Llevamos varios meses hablando de estrategias de comunicación de producto; de su metodología, de cómo debe ser el mensaje, de quiénes participan en su confección… En este tiempo, hemos reflexionado sobre los indicadores más apropiados para medir el éxito de estas acciones, hemos acotado las claves fundamentales para llevar a buen puerto este tipo de acciones e, incluso, hemos mostrado ejemplos recientes de buenas prácticas en este ámbito.
Llegados a este punto, una vez puestos sobre la mesa los principios básicos es un buen momento para recoger la baraja, comprobar que nada queda entre las mangas, mirar hacia adelante y plantear abiertamente una pregunta fundamental: ¿a quién le interesa jugar?
En principio -lo venimos diciendo desde que iniciamos esta aventura-, la Comunicación de Producto es algo que cualquier empresa debería plantearse para sus marcas, productos o servicios. La panadería de la esquina seguro que estaría encantada de aparecer en diversos medios de comunicación relacionada, por ejemplo, con la utilización tradicional de la levadura madre y la empresa de componentes de software incrementaría su posicionamiento en el sector si su Director Técnico apareciese en un reportaje sobre la exportación desde España de tecnología avanzada…
Entonces ¿a qué esperamos? Si son tan beneficiosas, ¿por qué no inicia cualquier empresa su propia estrategia de este tipo? Hemos tardado algunos párrafos, pero es aquí donde queríamos llegar.
Antes de ponernos a redactar un plan primero hay que recapacitar sobre lo que queremos conseguir: reputación, posicionamiento, notoriedad… Además, hay que tener claro que el éxito no es fácil de alcanzar y que la eficacia de estas acciones solo será real si se les da continuidad. De nada sirve conseguir una aparición aislada en el tiempo; hay que ser contantes, profundizar en la historia que rodea nuestra marca y aprovechar cualquier acontecimiento para renovar nuestra condición de protagonistas (principales o secundarios).
Y ahora qué, ¿jugamos?
BUSCANDO LA PERCHA 